jueves, 29 de octubre de 2009

Anatomía de la manipulación (y II)

Tienen razón los que dicen que a ellos nadie los manipula porque son muy listos. A la inteligencia no le afecta. Pero hay que usarla de la manera adecuada.

La manipulación nos crea un conflicto entre lo que pensamos y lo que sentimos. Esto lo observamos solo cuando nuestras ideas son anteriores. En el ejemplo de la caza, yo sólo he ido a cazar gorriones un día, cuanto tenía 14 años. Es un tema que no me ocupa mucho. La manipulación la padecí en mis sensaciones, pero no afectó a mis ideas, que eran anteriores. En cambio, cuando, leyendo una revista médica, descubrí que la campaña antitabaco es una patochada (en 1980), me costó muchos años salir de la manipulación. Porque mis ideas sobre el tabaco me las había formado a partir de ella. En estos casos nos creemos que las ideas manipuladas son nuestras.

La manipulación masiva a la que estamos sometidos con respecto al aborto es mucho más grave que la del tabaco. Y, como todas las manipulaciones, se basa en la ciencia, en patochadas científicas.

Hace unos años se podía decir que el feto antes de los tres meses no es un niño, como se creía en la antigüedad. Pero hoy día sólo un becerro puede decir eso. Desde el instante de la concepción, el aborto es el asesinato de un niño. Sólo lo pueden promover personas que son peores que bestias. Porque ningún animal impide que se propague su especie.

La manipulación es inevitable, la recibimos por todas partes. Pero si queremos no ser bestias, es necesario que empleemos el tiempo que haga falta en usar la inteligencia, la lógica, para limpiar nuestro cerebro de salvajadas. Que de científicas no tienen nada en absoluto.

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